martes, 22 de abril de 2014

El Director de escena, comparación con "Memorias del silencio"


La novela de Uva de Aragón; Memorias del Silencio, también conocida como “la historia sobre dos hermanas que se encuentran después de cuarenta años y cuatro décadas de silencio”, esencialmente es una obra que se expresa de forma realista por su vestuario, trama y ciertos elementos de la puesta en escena. 

Sin embargo, existen ciertos momentos de la obra en los que se pierde, en cierto modo, ese realismo.  Por ejemplo, la representación de las escenas que eran recuerdos de los personajes principales se referían a momentos en su juventud que no obstante fueron reproducidos por los mismos actores de edad, dejando a la imaginación del espectador cómo pudieron lucir los personajes a esa época, perdiendo la precisión con la que trabajaba el teatro de Meneingen que eventualmente sería el que adoptaría Stanislasvky. 

Empero, como lo argumentaban Stanislavsky y Chejov, en lo concerniente al vestuario y a la ambientación de la escena, no posee tanta decoración. Esto le permite al espectador imaginar y especular cómo era el apartamento y/o casa, la época. La obra está ambientada en el año 1959, que para ese tiempo, el Teatro de Arte de Moscú ya había desarrollado algo importante que debe tener un personaje, que es “vida” y lo que es “real”. No es solo leer un simple ensayo o libreto, sino saber interpretarlo, sentirlo, darle cuerpo y dramatismo; esto se vio claramente en la obra mientras los actores estaban en escena.

En conclusión, aunque existen muchas aproximaciones entre "Memorias del silencio" y el estilo del Teatro de Arte de Moscú, tienen una diferencia absoluta entre la idea de permitir que exista un espacio de interpretación o no.


El manejo de los códigos teatrales en función de la memoria se da en cuatro dimensiones: en primer lugar, la más obvia, la más palpable: la palabra y la acción, las hermanas conversando, confesando, recordando. Al principio cada una se coloca de un lado del escenario (el correspondiente a cada marido), pero luego, a medida que la anagnórisis se da entre ellas, cambian de sitio, como para dar a entender al público, y a ellas mismas, que se colocan en los zapatos de la otra.

La segunda dimensión corresponde al manejo del espacio y la escenografía: utilizando espacio vacío, los  pocos elementos que decoran el proscenio gozan de gran significado simbólico: la puerta blanca, inmaculada, es un reflejo de la buena posición de la que goza Lauri en Miami; la escasa fornitura fuerza al encuentro, a la cercanía; las posiciones de los esposos corresponden a su ideología...

La tercera, la iluminación. Las apariciones de Lázaro y Robertico, apenas iluminados al fondo del escenario, cada uno en el lado correspondiente a su ideología -Lázaro a la izquierda, el revolucionario; Robertico a la derecha, el conservador- generan esa sensación de lejanía en el tiempo, de fantasmagoría, de presencia ausente, a modo de “recuerdo físico” o “flashback”.

Y, finalmente, la cuarta dimensión, los recursos auditivos: grabaciones de los grandilocuentes discursos de Fidel Castro, la voz del sobrino leyendo su propia carta, canciones que solían cantar las hermanas durante su juventud en Cuba.

Antígona y Memoria del Silencio: relación con la memoria.

La memoria es la máquina que nos hace pensar constantemente en el pasado, en lo vivido, en las experiencias del ayer, en los sentimientos que nos hacen persona. La memoria es la base de la vida tal y como la conocemos: desde la prehistoria, la Grecia de Pericles, la Edad Media, hasta la actualidad... todo es memoria; una secuencia de información almacenada de todas las maneras posibles. Decía Platón, “aprender es recordar”.
Recordar para vivir, para crecer, para avanzar, para honrar lo que dejamos atrás con el tic inexorablemente seguido por el tac del reloj. El hombre sin memoria no sería hombre. Sería un ser hueco, pobre, inculto; un alma paupérrima vagando en un presente eterno, lánguido en pertenencia.
Rendirle honores al pasado, perdurar en el tiempo, ser recordado, ¿no es eso lo que el hombre ha perseguido durante millones de años, pintando sus artes rupestres en las cavernas oscuras de Platón; desollando plantas para obtener el preciado papiro, portador de las palabras de profetas, filósofos, pensadores; moliendo madera y mezclando resinas para hacer el papel, lienzo de ideas ilustres; enterrando a sus muertos y escribiendo sobre ellos?
¿Qué sería del hombre sin memoria? ¿Sin la Mnemósine? ¿Qué pasaría con los que quedan atrás, abatidos ante la muerte? ¿Permanecerían sin sepulcro, sin honor, sin ser recordados? Posiblemente. Y con el olvido de los antepasados, la existencia entonces se volvería confusa, etérea, como un árbol sin raíz. El hombre  carecería de origen, no compartiría ese sentimiento de pertenencia al lugar donde yace su muerto, donde está sembrado su pasado, sus cimientos.

Antígona, negada a renunciar a su pasado, a su memoria y la de los suyos, encuentra su propio sepulcro al querer otorgarle uno a Policines, su hermano. Inflamada por el sentimiento de injusticia que ve en las acciones de su tío, Creón, Antígona es incapaz de comprender siquiera las razones de éste para negarle la sepultura a Policines y otorgársela a Eteocles; a sus ojos ambos son merecedores de ese honor, que más que honor es derecho y deber, derecho a descansar en paz, a tener un lugar al que pertenecer incluso después de la muerte, un lugar donde preservar su recuerdo; deber para con los dioses y su propia moral.
Esa necesidad de Antígona de proteger el pasado de los suyos (y por extensión el suyo propio), el legado de Edipo, es su ananké; es la necesidad de todos los que tenemos memoria: darle un funeral digno a nuestros muertos, para preservar sus recuerdos en nuestras mentes, para no olvidar nuestro origen.

En Memoria del Silencio, la nostalgia por el pasado es la base del diálogo: el encuentro de dos hermanas que se sientan a rememorar sus vidas, su niñez, su origen, sus muertos. Es a través de la evocación de los recuerdos que Lauri y Menchu logran comprender la posición y las razones de la otra.
Ambas mujeres están indudablemente relacionadas con Ismena y Antígona, dos mujeres distintas en gran medida, unidas por un mismo sentimiento pero separadas por la moral propia: una se apega a la ley, a lo que considera es “lo correcto” (no enterrar a su hermano, no dejar Cuba, a pesar de no estar segura de lo acertado de su decisión); la otra desacata la Ley, se desentiende de ella y de su familia para preservar su libertad y proteger sus creencias (enterrar a su hermano, dejar el país para seguir al hombre que ama).
Sin embargo, Lauri es a la vez contradictoria con Antígona, porque se arrepiente de no haber tomado otra decisión, de quedarse con su hermana, con su familia; de haber sufrido tanto y tan lejos de sus raíces.

Lázaro y Roberto, son reflejos disonantes y a la vez congruentes de Eteocles y Policines: dos hombres unidos por  “una hermana” (Cuba), con ideologías opuestas, dispuestos a matarse el uno al otro, si hace falta,  por prevalecer. Unidos también por un fatum trágico, que los lleva a acabar de la misma manera: dándose muerte a sí mismos, presos de sus creencias y de su moral.

lunes, 7 de abril de 2014

Memorias del Silencio


La semana pasada se presentó la pieza "Memorias del Silencio", una adaptación teatral de la novela homónima de Uva de Aragón, escritora cubana exiliada por la dictadura castrense. La pieza fue interpretada por un elenco de la agrupación Agoteatro y relata la historia de dos hermanas cubanas separadas por la revolución, la mayor huyó con su esposo a los Estados Unidos de América, la menor se quedó con su padre en Cuba y solo años más tarde es capaz de viajar a visitar a su hermana, es en este reencuentro donde se plantea la anécdota.

La pieza toca todos los pesares de ambas hermanas, una siendo infeliz en el imperio soñando con la Cuba que dejó atrás y que ya no existe, la otra desde la isla soñando con la cuba que se plantea como meta pero que nunca se alcanza, ambas hablan de sus amores y sus dolores, ambas amaron hombres que querían profundamente a su tierra natal pero desde bandos distintos, ambos se decepcionan de los resultados de la vida que han llevado y se quitan la vida en medio de su desasosiego, dejando a ambas hermanas solas en tierras que ya no entienden.

¿Qué es la felicidad? ¿Qué es la libertad? ¿Qué valor tiene una casa para alguien que no tiene país? ¿Acaso será cierto que nos robaron la revolución? La pieza te deja ver que de ambos lados hay errores, que tanto unos como otros creen luchar por lo correcto, que los dos bandos quieren lo mejor para su tierra, quizá ninguno tiene toda la razón y estas hermanas entienden eso al darse cuenta que ninguna ha sido realmente feliz al no ser capaz de vivir donde desean vivir y con las personas que aman.

La felicidad no está en vivir en un país desarrollado o en tener bienes materiales, la experiencia de la autora, reflejada en la pieza, nos habla de cómo la verdadera felicidad está en compartir con las personas que amas, ver crecer a tus hijos en los sitios donde creciste tú, nos dice que de nada sirve añorar luchando desde afuera y que el cariño y la comprensión son las únicas formas de entender la vía para alcanzar la reconciliación en un país dividido por ideologías políticas.